¿Qué tal un
café mientras te cuento sobre mi ceguera?
Ser ciego
no es un problema del ser, incluso quienes tienen una ceguera real tienen el
gozo de sentir los colores que sus párpados cerrados les regalan, tiñen el
mundo de un blanco y negro. El mismo blanco y negro que nos refleja la luna y
la noche, el mismo blanco y negro que jamás apreciamos.
En cambio,
ser un ciego emocional, eso sí que es un problema. Pasé tres años tomando un autobús
para ir al instituto, un autobús que pasaba por una zona boscosa. Una zona
llena de vida que siempre me vio ciega y dormida ante ella. Qué alma tan puta y
blanca debes tener para ser ciego, ciego emocional, te dejas llenar por un
blanco asfixiante, un blanco de locura.
Menos mal
que esto tiene solución, y son golpes de la vida. Sólo tiene un inconveniente,
acabas comprendiendo que has sido un tonto por dejarte tener una puta alma
vacía, tan vacía que aburre, y aburre porque no tiene vida.
Esa era yo,
una de esas personas “comida por la vida”, porque hay un abismo entre que la
vida te coma y comerte la vida. Quizá un
humano nace viendo y crece haciéndose ciego, porque cuando eres pequeño, eres
primitivo, sabes que cuando tienes hambre y luego te alimentan, eso es
felicidad, en cambio, cuando creces comer se vuelve cotidiano.
Mi vida fue
teñida por colores. Mi mejor amiga es un rosa delicado, delicado como ella. Mi
mejor amigo es un verde, porque es natural y no necesita nada más. Mi vida
diaria es principalmente un verde agua, porque es pacífico y vivaz. Mi amor es
un azul rey, extenso, envolvente, fuerte, recio, un azul que te despierta, un
azul pasional, un azul llamado Elliot.
Como dicen
por ahí, para despertar sólo hace falta estar dormido. Pero para estar dormida,
mejor estar muerta.
Su simple escritora….Frida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario