martes, 30 de julio de 2013

Tú mi querido tienes ojos, pero dime ¿puedes ver?


¿Qué tal un café mientras te cuento sobre mi ceguera?  

Ser ciego no es un problema del ser, incluso quienes tienen una ceguera real tienen el gozo de sentir los colores que sus párpados cerrados les regalan, tiñen el mundo de un blanco y negro. El mismo blanco y negro que nos refleja la luna y la noche, el mismo blanco y negro que jamás apreciamos.

En cambio, ser un ciego emocional, eso sí que es un problema. Pasé tres años tomando un autobús para ir al instituto, un autobús que pasaba por una zona boscosa. Una zona llena de vida que siempre me vio ciega y dormida ante ella. Qué alma tan puta y blanca debes tener para ser ciego, ciego emocional, te dejas llenar por un blanco asfixiante, un blanco de locura.

Menos mal que esto tiene solución, y son golpes de la vida. Sólo tiene un inconveniente, acabas comprendiendo que has sido un tonto por dejarte tener una puta alma vacía, tan vacía que aburre, y aburre porque no tiene vida.

Esa era yo, una de esas personas “comida por la vida”, porque hay un abismo entre que la vida te coma  y comerte la vida. Quizá un humano nace viendo y crece haciéndose ciego, porque cuando eres pequeño, eres primitivo, sabes que cuando tienes hambre y luego te alimentan, eso es felicidad, en cambio, cuando creces comer se vuelve cotidiano.

Mi vida fue teñida por colores. Mi mejor amiga es un rosa delicado, delicado como ella. Mi mejor amigo es un verde, porque es natural y no necesita nada más. Mi vida diaria es principalmente un verde agua, porque es pacífico y vivaz. Mi amor es un azul rey, extenso, envolvente, fuerte, recio, un azul que te despierta, un azul pasional, un azul llamado Elliot.

Como dicen por ahí, para despertar sólo hace falta estar dormido. Pero para estar dormida, mejor estar muerta.


Su simple escritora….Frida. 

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