domingo, 19 de enero de 2014

El último llanto.

De mi última yo.

No puedo respirar. Siento que el corazón se me saldrá del pecho, que no hilo recuerdos, que me pesan los brazos. Mis padres no están y eso me ha hecho no ir hoy a la universidad, volví desbocada a casa, he tomado mi vieja mochila y he aventado dentro de ella mi viejo cuaderno de escritos y mi pluma favorita, mi iPod y mis más enormes y abstrayentes audífonos, mi celular aunque apagado y una botella de agua. Saqué mi bici y pedalee lo más fuerte que pude hasta ese lugar que queda a 2 kilómetros de mi casa. 

El corazón se está quemando de la rapidez de las palpitaciones y del peso de las emociones. Ya me acabé el agua que traía y solo tiene 5 minutos de que llegué, siento que puedo desmayarme pero desgraciadamente quiero perderme del mundo, no de mi misma. Está vez me fue difícil hacerme camino hasta el escondido lugar donde nacen los bambúes y hacen una fortaleza, mi fortaleza.

Siento que no puedo más pero a la vez, me siento quemada pero viva en la cima de la cúspide. mis lágrimas han manchado mis lentes, y aunque el tronco de este árbol me sostiene, yo debo sostenerme sola, hace cuatro años que no tenía una crisis, que las emociones no me daban una paliza. La última vez que me sentí de esta manera, no quedó rastro de la chica que era antes. Y aunque fue lo mejor que pudo pasarme, me tomó bastante tiempo hallar el control sobre mí. He perdido el dominio y no sé cuando vuelva a  aparecerse. 

Tirada en el suelo puedo observar la luminosidad del cielo y lo vivas que se sienten las hojas tocadas por el sol. Yo me siento así, viva  y recién nacida del infierno, con aires de alcanzar el cielo. Es irónico que haya venido a un lugar tan quieto cuando traigo adentro el ojo del huracán. Sé que sigo llorando porque de repente mi visión se nubla, no me he dado cuenta si quiera cuando he puesto a Muse a todo volumen en su álbum más melancólico, pero después de un rato, este lugar y yo terminaremos por colisionar, tranquilidad y caos en busca de control.

Últimamente me he dado cuenta de tantas cosas, de lo que está por venir, de la distancia que involuntariamente hay entre personas que me importan. De la distancia que yo misma impongo y de lo fuerte que debo ser para lo que está esperando por mí.Y aunque a veces tomó decisiones tan severas que yo misma me desconozco, por suerte mi parte infernal nunca me ha arrancado de la calma del cielo. Por suerte sigo en la tierra. Pero después de todo, la suerte no existe. 

Siempre he pensado que no somos totalmente responsables de nuestros sentimientos, pero pensándolo bien, son puras estupideces, claro que lo somos. Y somos también, dueños de nuestros actos y herederos de las consecuencias. Y unas cuántas veces, como ahora a mí, somos puestos en el palco, para recibir un veredicto de nuestra mente y una condena de nuestra moral. 

Unas cuantas veces somos abruptamente arrancados de la basura que cargamos y se nos da la oportunidad de renacer. Un par de veces, no aceptamos. Y otras más, nos arrepentimos de negarnos a renacer. 

Desde los últimos tres días la basura emocional ha sido demasiada, los recuerdos estorban y mi mente me recrimina mientras mi buen juicio me reprende como mi madre cuando mi terquedad se enciende. Ustedes pueden decidir quedarse la basura que otras personas dejan en su vida, pero para mí, este ciclo ya terminó, y mi agobio debe morir.

Estoy llorando igual que cuando llegué a este mundo, despreocupada, nueva y un tanto sucia, estoy dando de nuevo el primer respiró de mi vida y con el primer respiró me voy a casa......

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- Dann.



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