Nunca entiende.
Ya van dos días seguidos que no duermo toda la noche, me despierto por la madrugada y por inercia revisó de inmediato el celular, tras diez minutos intentó conciliar el sueño nuevamente y lo logró por tan sólo dos horas más y nuevamente me despierto como si tuviera una alarma programada en mi cerebro para despertarme cuatro veces durante la noche.
Está mañana cuando me desperté por última vez, de inmediato me levanté, abrí mis cajones y tome ropa interior, entre a la ducha y en el primer chorro de agua no pude distinguir bien si lo que sentía en mi rostro eran lágrimas o las gotas de agua helada. Lo supe más tarde, cuando bajé la mirada y vi mis brazos alrededor de mi cuerpo y mi piel erizada del frío.
Quince segundos después abrí la llave del agua caliente y como si fuera de cristal, lave el resto de mi cuerpo con mucha suavidad, pero no dejaba de llorar, la música en mi celular tampoco me ayudaba en nada. Seguían saliendo lágrimas como si tuviera el mar adentro. Sentía tantas ganas de llorar, no sólo era tristeza y decepción, era una desilusión enorme.
Pregunte por qué siempre a mí, había pasado tanto tiempo corrigiendome, había pasado por tanto y por lo peor y sin embargo, aún no podía tener lo único que quería. Aún no podía ser yo la chica de la que vieran todo lo que tenía para dar y todo lo que daba ya. La devoción con la que se entregaba y lo bien que cuidaba lo que tenía. Nunca era yo esa chica y no lo soy.
Quería ser yo la del cabello bonito, la que todo le salía bien, quería ser la chica a la que nadie le hace daño. Pero esa no soy yo. Cerré las llaves de la ducha, me envolví en una toalla y caminé a mi habitación, al entrar me miré en el espejo, estaba roja como tomate, tenía los ojos hinchados y las pestañas empapadas. Me costaba respirar, sentía como si me hubieran golpeado el pecho tres veces.
Me vestí y caminé descalza hasta el espejo y nuevamente me miré, el color rojo de mi rostro ya casi no estaba, toqué mi cabello, estaba realmente mojado, tome la toalla, incline la cabeza y lo sequé. Me di cuenta de algo, sí era la chica del cabello bonito, o al menos para mí lo era, nunca lo cepillaba pero siempre estaba suave y con tanta personalidad que luchaba con la mía.
Sí era la chica bella pero en definitiva no era la que no cometía errores, tengo errores cada día y el daño es inevitable. Termine de ponerme mascara para pestañas, me puse una pashmina y mis botas, metí mi laptop a la mochila y paré en el espejo; me sonreí, de esas sonrisas pesadas que sueltas después de llorar mares.
Me sonreí y sabía que, como diría mi buen amiga "ahí algunos que nos toca labrar piedra". No era la primera vez que pasaba un momento difícil en mi vida, de hecho no era ni la mitad de difícil que lo que había que tenido que pasar hace unos meses, pero dolía y dolía mucho, sin embargo a golpes me forje y amé cada uno de ellos porque me hicieron mejor y me prepararon para cada día de mi vida.
Está vez no era diferente, pero yo sí lo era. Dolía a mares y esperaría lo que hubiera que esperar, porque aunque no sea la chica que nadie daña, soy la chica que siempre estará ahí, y sobre todo, la que sabe como estar.
Salí de mi habitación, tomé mi chaqueta y subí a mi camioneta, puse una canción de Imagine Dragons que siempre me levanta el animo - On top of the world - y conduje, triste y feliz a la vez, un poco más desahogada y otro tanto más necia, yo seguiría poniéndome de pie.
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- Dann.